Hace más de un mes que no doy señales de vida en el blog. Pero creo que eso son buenas noticias, y no sé por dónde empezar a explicaros las razones.
Este último mes he vivido probablemente los mejores momentos del viaje. Tanto experiencias personales, desafíos cumplidos, reencuentros fantásticos que me han inspirado y unos días geniales compartidos con un amigo de toda la vida.
La primera colaboración que tenía acordada en Tailandia, era con la fundación Rain-Tree de Chiang Mai, pero dejadme primero que os explique un poco mis aventuras durante el último mes.
Antes de llegar a Tailandia y reunirme con mi amigo Paco (sí, lo llamamos así aunque se llama Francesc y es más catalán que el “pa amb tomàquet”), me embarqué en una de las peripecias más retadoras de mi vida, el treking por los Himalaya, ruta al campo base del Everest. Xema, un amigo de un amigo, con el que acabaríamos creando amistad, me acompañó en esta aventura. Pasamos 2 semanas andando unos 7 o 8 km diarios (algunos más, algunos menos) y subiendo a una altitud en donde respirar te cuesta cada vez más y el mal de altura es una amenaza muy seria. Era la primera vez que hacía un treking tan largo y estaba intrigado por lo que nos encontraríamos y por cómo sería el ambiente. Me sorprendió gratamente la atmósfera que se respira y la gente tan interesante que te puedes encontrar en la ruta. Vendría a ser un camino de Santiago en los Himalaya. Pero al mismo tiempo, tuve sentimientos encontrados, ya que hubo hechos que no me gustaron y otros que te llenan de preguntas que la mayoría de nosotros no somos capaces de contestar.
Por un lado me refiero a la impotencia que sentimos viendo la gran cantidad de basura por el camino. Si te despistas todo esto queda eclipsado por las impresionantes vistas de las montañas, pero la realidad es la que es. Aquí tenéis alguna imagen que prueba que la estupidez humana no tiene límites.
Por otro lado, está el tema de los sherpas, etnia que vive en los Himalayas con unas condiciones de vida muy duras. Durante todo el treking nos cruzábamos con jóvenes (y no tan jóvenes) que cargaban hasta 80kg en sus espaldas transportando material de pueblo en pueblo. Paja, bombonas de butano, sacos de diferentes materiales, madera, etc. En estas zonas remotas de las montañas, los yaks, los burros y los humanos son las únicas formas de transporte. Esta gente gana apenas 10 o 15 dólares al día. La realidad es que nacer en un lugar u otro define tu futuro y tus posibilidades de tener una vida confortable cambian drásticamente. La mayoría de esta gente no tiene otra salida…¿estamos contribuyendo a su explotación con el turismo en esa zona? O su vida ha mejorado porque la presencia de todos los extranjeros genera riqueza? Son preguntas que no se pueden responder a la ligera.
De todas formas puedo decir que, después de digerir todo lo vivido, el treking fue una de las mejores experiencias de mi vida, sino la mejor, y la más intensa y sufrida. Especialmente emocionante fue culminar el pico Kala Patthar, de más de 5500 metros de altura y ver el Everest, desde la cima, elevarse imponentemente.
Siempre que estoy a punto de cambiar de país tengo sensaciones parecidas. Un sentimiento vacío que se parece a la tristeza de una despedida, junto con una ilusión renovada por cruzar otra frontera y conocer un nuevo país.
Llegué a Tailandia con muchas ganas de compartir unos días con mi amigo, y también con fuerzas para empezar a recorrer un país en el cual ya había estado y guardaba muy buenos recuerdos. La primera semana tuve que “sacrificarme” para pasar unas mini-vacaciones en uno de los lugares más turísticos de Tailandia – y por ende del sudeste asiático -. Digo sacrificarme por que sino fuera por mi amigo nunca hubiera ido a Phi Phi, un isla que se ha convertido en el Benidorm de Tailandia. Pero en estos casos, el destino es secundario.
Me despedí de mi amigo en Bangkok y seguí mi camino solo. En la capital tailandesa decidí invertir 22€ en una tienda de campaña, que me permitirá tener más posibilidades de encontrar alojamiento y hacer autostop más tranquilamente sin estar condicionado a encontrar un lugar para dormir antes de que anochezca.
Eso es justamente como he viajado las dos últimas semanas: durmiendo en mi tienda o en casa de gente local (couchsurfing) y cruzando el país solamente en autostop. Te lo ponen tan fácil que pagar un bus parece estúpido y una forma fácil de tirar dinero.
La última semana la he pasado en Chiang Mai y en Pai, destinaciones imprescindibles en el norte. He tenido la suerte de poder compartir unos días con Sergi, un viajero catalán que seguía de hace tiempo en Instagram (losviajesdewalliver) y que inspira a mucha gente, a mi incluido.
De vuelta a Chiang Mai visité la ONG Rain-Tree, que trabaja en zonas rurales y subdesarrolladas de Tailandia centrándose en la educación de los niños y el desarrollo comunitario sostenible. La fundación fue creada por Ralf Olberg, un alemán que en 1991 empezó su aventura en Tailandia trabajando durante 5 años en una ONG en Bangkok. Después de esta experiencia fundó Thai Care (misma organización que Rain-Tree pero con base en Alemania) en 1992. Desde ese momento no han parado de crecer, abriendo nuevos orfanatos, programas de acogida, proyectos sociales de diferentes ámbitos (acceso agua potable, educación, etc).
Me reuní con Thomas en la oficina de la ONG y me explicó algunos de los proyectos que están llevando a cabo en diferentes regiones rurales del norte de Tailandia. Uno de esos proyectos es proveer de filtros de agua a comunidades con díficil acceso al agua potable. En este link podéis encontrar más información y ver en qué trabaja la ONG.
Finalmente hablamos sobre las necesidades materiales que tenían en ese momento y consideramos cuál era la más adecuada según mi presupuesto. Resultó ser un stock de toallas para los niños de una de las casas de acogida. Acompañado de Marc, un chico mallorquín que conocí en la casa donde me alojaba, fuimos a comprar al mercado local de Chiang Mai 35 toallas. Las transportamos como pudimos en la moto y las llevamos a la oficina de la ONG. En total me gasté 3500 baths, unos 100€ al cambio.
Ahora me encuentro en Lampang, una ciudad a unos 100 km al sur de Chiang Mai. Hemos venido con Marc haciendo autostop y hoy acamparemos aquí. Mañana seguiré solo dirección sur. Mi próximo destino es un pueblo cerca de la frontera con Myanmar, donde pasaré unos días en una ONG tailandesa, Baan Unrak Foundation. El hecho de que sea local y en una zona bastante remota, me motiva bastante.
Mi visado tailandés se termina el 10 de junio, que es cuando quiero cruzar hacia Myanmar, un país que me hace especial ilusión visitar. Tengo días suficientes para ir sin prisas y disfrutando del camino.
Quin orgull veure’t gaudint d’aquestes vivències!
Molt top Xapi! No em deixes d’impressionar. Que segueixi anant tan bé com fins ara!
jeje merci tio!!
Un post muy interesante. Muchas gracias por la ilustración. Un cordial saludo.