Myanmar está siendo un país que te engancha. En lo bueno y en lo malo. Dicen de Tailandia que es el país de las sonrisas. Myanmar, en cambio, es el país de las sonrisas rojas. Sonrisas llenas de curiosidad, sonrisas sinceras que aún no están contaminadas por el turismo masificado. Y sonrisas rojas por la droga tan extendida en este país, que la mayoría de hombres consume: la “bettel nut”. Esta droga, tan aceptada como el tabaco o el alcohol, es muy adictiva. Se trata de nuez de areca envuelta en una hoja de palma de betel y condimentada con alguna que otra sustancia. Se mastica poco a poco y se segrega un líquido rojo, tóxico, que no se puede tragar. Es por eso que las calles están llenas de escupitajos rojos. Esto es lo primero que te sorprende al llegar a Myanmar. Porque es muy visual. Sin embargo, eso no quita que los birmanos sean gente muy agradable en general y especialmente con los turistas. Aún te ven con curiosidad e intentan ayudarte siempre.

Mis primeros días en este país fueron difíciles. Llegaba con ilusiones renovadas para conocer un nuevo país, nuevas gentes y tradiciones, pero la lluvia me estaba impidiendo salir a descubrirlo. Pasé 2 días en el sur, en Dawei, sin poder salir prácticamente del hostal. Al final decidí irme sin poder ver las playas. Pasé unos días en Hpa-An, una ciudad pequeña de la cual me habían hablado muy bien. La lluvia aún persistía la mayoría del tiempo pero hubo un día bueno que pudimos aprovechar. En Hpa-An conocí a Natalia, una chica de Barcelona con la que viajaría los siguientes 3 o 4 días. Además me rencontré con Barbara y Damián, una pareja argentina que había conocido en Chiang Mai, Tailandia.

De Hpa-An nos fuimos a la que hasta hace pocos años era la capital del país: Yangon. Desde el año 2005, la capital oficial es Nay Pyi Daw. La junta militar decidió trasladar de forma inesperada todos los ministerios a esta ciudad que hasta ese momento tenía solo una población de cien mil personas. No se sabe muy bien por qué…algunos lo justifican como una decisión estratégica militar, otros política y hasta hay quienes dicen que fue por creencias de astrología del jefe militar…En todo caso, Yangon sigue siendo la ciudad más importante.
Hacía semanas que no pisaba una gran ciudad, concretamente desde que me fui de Bangkok. Disfruté de los “night markets”, de las calles bulliciosas y el ambiente tan vivo. Visitamos lugares escondidos como un parque de atracciones abandonado y algún lugar turístico como la imponente Pagoda Shwedagon.

Sin embargo, a los 2 días, tenía ganas de irme a otro lado. Tenía la sensación que aún no había experimentado realmente la vida birmana. Mi cuerpo me pedía aventura. El día siguiente me levanté pronto y cogí un bus que me llevaría a las afueras de la ciudad. Desde donde haría autostop. Me dirgía a Kalaw, un pueblo donde la principal atracción es el treking que te lleva hasta el lago Inle. El viaje hasta Kalaw duraría 2 días. La primera noche, perdido en un pueblo a mitad de camino, me dirigí a un templo parra pedir a los monjes si podían hospedarme. En Myanmar, los turistas estamos obligados a dormir en hoteles o establecimientos con licencia para hospedar a extranjeros. Sin embargo, conozco a gente que ha dormido en templos o pagodas, los monjes siempre te acogerán con alegría. Así fue como todo contento, me instalé en una sala que me habilitaron para dormir. Pero esa noche algo fue mal, porque aunque los monjes me querían acoger, alguien llamó a inmigración. Minutos después me encontraba rodeado de unos cuantos monjes y 4 funcionarios de inmigración que me interrogaban. Querían saber dónde había estado los días anteriores, dónde había dormido, cuánto tiempo estaría en Myanmar…me pidieron el pasaporte y el visado y me dijeron que no podía quedarme en la pagoda y que me conducirían ellos al hotel más cercano. Intenté convencerlos pero no había manera. Tuve que pagar un hotel e intentar olvidarme del asunto.
El día siguiente hice autopstop hasta Kalaw. Conocí gente súper generosa como siempre que me invitaron a comer. En Myanmar la mayoría de vehículos que me recogen son camiones enormes que hacen largos trayectos.

Pero no todo iría bien…cuando quedaba poco para llegar a Kalaw me di cuenta que me había olvidado el pasaporte en el hotel. Con todo lo que había pasado la noche anterior no me acordé de recogerlo. En los primeros instantes me enfadé conmigo mismo y me puse de los nervios, pero muy rápidamente me tranquilicé y me sorprendí a mi mismo en cómo gestioné el asunto. El otro día mi madre me preguntaba si notaba que estaba cambiando en este viaje. Le dije que aún era pronto para contestarle, que tenía que procesar todo lo vivido. Pero sé que estoy aprendiendo mucho. Y eso lo probó. Estaba muy sereno y llegué a la conclusión que era estúpido preocuparse por algo que en ese preciso instante no tenía solución. Más tarde al llegar al hostal de Kalaw, llamé al otro hotel y me dijeron que no me preocupara, que me guardarían el pasaporte hasta que volviera a recogerlo.

El treking fue muy bien y Rawbin, nuestro guía local, resultó ser uno de los hombres más sabios que he conocido nunca. Cada 100 metros nos parábamos para que nos hablara de un árbol o planta, para que nos enseñara una fruta que no conocíamos o simplemente para explicarnos una anécdota. El segundo día, sin embargo, por no beber suficiente, sufrí una insolación. Lo pasé realmente mal para terminar la etapa y me costó 2 días recuperarme totalmente. En el lago Inle nos esperaba una sorpresa. Nuestra llegada coincidía con el fin de los exámenes de los monjes más jóvenes, y se celebraba una ceremonia en su honor. La gente llenaba las calles de flores y tocaban música tradicional Shan. Ver los monjes desfilar en directo con ese ambiente tan festivo y espiritual fue mágico.

Ya en Mandalay, visité la Phangong Daw Oo monastic education school. Había estado hablando con uno de sus profesores las últimas semanas y por fin pudimos concretar un día para vernos. Encontré esta escuela en trip-drop.com, donde hablaba de un pequeño centro en Mingun, un pueblo cerca de Mandalay. Al final resultó ser que ese centro era solo una pequeña parte de toda la institución. Visité la sede donde hay un colegio formado por casi 6 mil alumnos, entre parvularios, primaria y secundaria, y un total de 108 profesores. No me esperaba esta dimensión y normalmente me gusta visitar centros pequeños, pero cuando me explicaron de primera mano su historia y los proyectos que llevan a cabo cambié de opinión.

El centro fue fundado en 1993 con el objetivo de proveer una educación libre de tasas a niños y niñas en situaciones de pobreza. Tanto huérfanos, niños de familias desestructuradas, niños abusados, discriminados étnicamente, etc. La escuela es no gubernamental, no política y no orientada a ninguna religión, aunque sí que hay niños monjes budistas en el centro.
Por otro lado, hay diferentes tipos de educación:
- Mainstream: educación estándar birmana
- NTTC – New Teacher training center: todas las asignaturas en inglés
- Fast Track: clases reducidas para tener mayor foco, mayor especialización, etc. Solo acceden los alumnos que han estudiado en el colegio desde parvularios o los que superan pruebas de acceso.
Además tienen un programa para ayudar a los alumnos que quieren ir a una universidad internacional, ofrecen cursos de idiomas, etc. Eso sí, los alumnos que desean ir a la universidad se tienen que hacer cargo ellos mismos de las tasas. Al final, muchos optan por estudiar a distancia ya que les es más económico.

Me reuní temprano por la mañana con Myat Mon Thu, una mujer que está a cargo de la parte de donaciones y voluntariados. Me explicó que, además de ofrecer educación, acogen también a unos 350 niños y niñas las familias de los cuales no pueden hacerse cargo. Ya os podéis imaginar por lo tanto que los gastos que tienen son enormes. El gobierno solo paga una parte muy pequeña del salario de las profesoras/es y el resto lo abona la escuela. Dependen mucho de las donaciones, pero llevan a cabo proyectos y actividades que les permiten generar ingresos. Algunos ejemplos son: fabricación de muebles y suelos parquet, cursos de informática e idiomas, talleres de costura, etc. Por otro lado hay también une programa de voluntariado. Actualmente habían unos 15 voluntarios de diferentes países que vivían allí en el centro.
Me hicieron un «tour» por la escuela y me enseñaron los diferentes edificios. Todo el mundo con quien nos cruzábamos me sonreía y saludaba. Finalmente concretamos una lista con lo más urgente que necesitaban. Algunas cosas eran para los niños: mosquiteras para las camas, almohadas, hojas de papel…y otras para la escuela, que tiene material muy viejo. Compramos, por ejemplo, una impresora (ya que la que tenían no les funcionaba) y una pizarra. En total me gasté 324 548 kyats, que son unos 188€.

Fueron muy amables de acompañarme con la camioneta para poder cargar con todo. Además estas 3 chicas tan simpáticas, que eran ex-alumnas, me ayudaron con todo:

Por último me invitaron a comer en el centro, todo delicioso como viene siendo costumbre en Myanmar, y como colofón me regalaron una bolsa tradicional birmana y…¡me entregaron un certificado de honor!

Van pasando los meses y voy visitando diferentes ONG’s y escuelas, conociendo personas que me inspiran y recibiendo miles de sonrisas de niños y niñas que desean mejores oportunidades en el mundo tan duro en el que les ha tocado vivir. Me doy cuenta que mis ayudas son muy puntuales, y quizá en un futuro cercano intento implicarme mas a fondo en algún proyecto que me llame mucho la atención o con el que me identifique mucho. De momento vamos sumando…poco a poco pero cada granito de arena cuenta.
Si quieres apoyarme en mi proyecto y seguir leyendo historias como esta, te agradeceré enormemente si pones tu granito de arena. Lo puedes hacer en este enlace:
Me queda una semana en Myanmar porque se me termina el visado el día 6 de julio. Me doy cuenta que la estancia en este país se me ha hecho corta. Quizá es porque ha sido muy diferente al resto y lo he vivido de forma más intensa.
Mi siguiente país será Laos. Tengo la sensación que será parecido en cuanto al nivel turístico que hay en Myanmar, pero veremos…Antes, eso sí, tendré que pasar por Tailandia porque no hay frontera entre Myanmar y Laos y quiero cruzar por tierra.
A seguir!