Me fui de Myanmar con la sensación de que se me hizo corta mi estancia, pero con ganas de llegar a Laos y conocer un nuevo país. Como la frontera de Laos con Myanmar está cerrada, tuve que entrar de nuevo en Tailandia y cruzar el país para llegar a Laos. Lo hice en autostop y todo fue muy rápido y fácil, Tailandia es el paraíso para los «autostoperos»…
Entré por la frontera del norte del país, por tierra, y una vez dentro anduve unos metros para encontrar un coche que me llevara al primer pueblo. Aunque me habían dicho que parar a los coches era difícil en Laos, lo intenté, y por sorpresa mía paró una camioneta a los 5 minutos. Una vez en el pueblo intenté hacer autostop hasta mi destino, que se encontraba a unas 6h en coche. La espera y el calor sofocante me derrotaron, y después de 2h bajo el sol desistí. Hay veces que uno tiene que saber perder. Me di cuenta que efectivamente, sí era difícil parar a los coches, y de los que paraban muchos pedían dinero, pero me dije que lo intentaría otro día
Llevo ya 2 semanas en Laos y estoy casi seguro que este será uno de mis países favoritos en este viaje. Laos es un país para viajar sin prisas, ni muchos planes. Cualquier lugar parece sacado de un cuadro. Lo bonito es terminar en pequeños pueblos donde la gente te mira con curiosidad y te reciben con la más grande de las sonrisas mientras te saludan en su lengua: “Sabaidi!”. Como sus países vecinos, el paisaje está predominado por arrozales. Pero Laos tiene algo distinto. De la nada salen montañas que se elevan abruptamente cubiertas de un frondoso bosque, dejando pasar entre medio a ríos tan imponentes como el Mekong, de color marrón arcilloso. Navegar por el río y ver las paredes de las montañas a ambos lados te recuerda lo insignificantes que somos frente a la naturaleza. Subir a los miradores y ver una foto perfecta, relajarse en la hamaca al lado del río leyendo un libro o hacer un treking y descubrir las decenas de etnias repartidas en diferentes pueblos…esto es lo que hice día tras día.
El autostop funcionó mucho mejor a partir del segundo día y he terminado viajando más de esta forma que en autobús. Esto me enseña algo útil: no desistir por el hecho que te digan que algo es complicado o que no se puede hacer. Al final cada uno vive su experiencia y esta puede ser diferente.
Al cabo de 10 días, llegué en Luang Prabang, una de las ciudades más visitadas en Laos. Allí me reuní con Ken, un joven laosiano de origen humilde, que creó la House of Dreams, un proyecto que tiene como objetivo acoger a jóvenes de familias rurales sin recursos para que cumplan su sueño: estudiar en la universidad para tener un futuro mejor.
En Laos, la mayoría de jóvenes solo termina secundaria e incluso algunos, que provienen de zonas rurales donde hay pocos recursos y mal acceso a los colegios, se quedan en primaria. Además muchos profesores en zonas rurales no están graduados en la universidad. La experiencia que vivió Ken, le empujó a crear un programa que permitiera a jóvenes que vienen de zonas rurales, estudiar y tener la posibilidad de llegar a la universidad.
Descubrí el proyecto en trip-drop.com y contacté con Ken para poder hablar de la posibilidad de visitarlo y colaborar con su proyecto. Quedamos un día para tomar un café y hablar sobre su historia y sobe la creación de la House of Dreams.
El padre de Ken creía en el poder de la educación y por eso no quería que su hijo trabajase en el campo. Ken era el mejor alumno de su pueblo, y después de primaria su padre tuvo que enviarlo lejos para tener la posibilidad de estudiar en secundaria. Vivía en un dormitorio sin cocina, sin baño, sin agua potable…y cada día se levantaba a las 4am y pedaleaba 15 km para ir a la escuela. Más tarde su bicicleta se rompería y debido a otras razones Ken se hizo monje y vivió 3 años en un monasterio. Allí al menos, los niños tienen educación gratuita además de alojamiento y comida. Los pequeños monjes también aprenden sobre meditación y evidentemente, budismo. El budismo da mucha importancia al “dar” a los otros. Ken, de alguna forma, cogió este mantra como regla en su vida y años después terminaría creando la House of Dreams. A los 18 años, Ken dejó el monasterio y años después se graduó en la universidad.
En la casa de los sueños, viven 8 jóvenes que han sido seleccionados por diferentes criterios. Son buenos estudiantes que provienen de zonas rurales donde el acceso a la educación es difícil o la familia no puede hacerse cargo. Pero lo más importante es que estos jóvenes quieren estudiar y optar a un futuro mejor, quieren seguir sus sueños. Ken me contó que tristemente no puede acoger a todos los niñ@s, porque no hay espacio en la casa y porque es difícil encontrar sponsors que paguen su educación. De hecho antes de aceptar un niño o niña, busca alguien que se pueda hacer cargo de los gastos de la escuela o universidad, y el se hace cargo de la comida y gestiona el alojamiento. El alquiler de la casa lo sustenta gracias al soporte de una asociación extranjera, pero el año que viene tendrán que buscar nuevas formas de pagarlo ya que esta asociación dejará de pagar el alquiler.
El día siguiente de reunirme con Ken, fui a visitar la House of Dreams. Ahora es periodo de vacaciones escolares en Laos y solo había 3 chicas en la casa. Ken me las presentó y cada una me explicó qué estudiaban y a qué se querían dedicar. Me sorprendió ver la vocación que transmitían y la seguridad que reflejaban diciendo a una edad tan temprana cuál era su sueño.
Si quieres apoyarme en mi proyecto y seguir leyendo historias como esta, te agradeceré enormemente si pones tu granito de arena. Lo puedes hacer en este enlace:
La casa era sencilla y decorada gracias a la generosidad de viajeros solidarios que decidían invertir parte de su tiempo en venir a visitar a Ken y a estos jóvenes y aportar su granito de arena, ya fuese pintando las paredes, decorando la casa, comprando material, etc.
Cogimos las motos y nos dirigimos al mercado local dónde las chicas me ayudarían a comprar los uniformes que necesitaban para ir a la escuela y universidad. Aunque sería más acertado decir que yo las seguía y ellas me decían lo que costaba cada cosa. Con Ken pactamos un presupuesto que me parecía correcto y finalmente, después de 2 horas de idas y venidas por las paradas buscando lo que necesitaban, me gasté 1.140.000 KIP que al cambio son unos 114€.
Disfruté viendo las caras de felicidad de Neenoi, Nee y Chan. Me dije que podrían ser perfectamente 3 adolescentes europeas comprando y probándose conjuntos para una fiesta, o simplemente para tener una muda más en el armario. Pero mostraban esa ilusión comprando ropa para el instituto o universidad, para poder ir a estudiar, y eso me pareció increíblemente bonito.
De camino a casa, Chan me dijo si podíamos parar a comprar un zumo de agua de coco para Ken. Era un pequeño detalle que no me pasó desapercibido. Le tienen mucho aprecio y es normal, al final es alguien que les está dando la posibilidad de estudiar para alcanzar sus sueños.
Ahora me encuentro en Vientiane, la capital. He pasado unos días en Vang Vieng, otro de los destinos estrella de este país. Aunque el escenario en el que está ubicada es una pasada, muchos jóvenes solo van a drogarse y salir de fiesta, cosa que hizo que me hospedara en un hostal más tranquilo a las afueras del pueblo.
En Vientiane visitaré la ONG Soap4Life, dedicada a mejorar la higiene, desarrollar y apoyar oportunidades económicas para familias críticamente empobrecidas y encontrar un camino para conseguir el empoderamiento de las mujeres en su comunidad.