Visita a la ONG CamboyaSonríe en Siem Reap

Llegué a Vietnam con un batido de emociones intensas en mi cuerpo.  Por un lado entraba en el último país y el que cerraría mi etapa en Asia, Vietnam. La imagen de la vuelta a casa (aunque será solo de unas pocas semanas) aparecía cada vez más frecuentemente en mi cabeza. Estaba a la vuelta de la esquina volver a ver a mis amigos y familia, volver a mi zona de confort para poder reflexionar sobre todo lo vivido en estos último meses y sacar conclusiones y aprendizajes. Había llegado a una gran ciudad, Ho Chi Minh, inundada de motos y extremadamente caótica. Solo llevaba unas horas y ya quería irme. Necesitaba campo, montañas, vida rural. Por otro lado, dejaba Camboya, un país donde había tenido una experiencia corta pero muy intensa. Solo hacía unas horas que me había despedido de una persona muy especial para mi. Me notaba raro viajando otra vez solo después de pasar tantas horas acompañado.

Luna llena en Koh Rong Sanloem

Todo el mundo me había hablado muy bien de Vietnam. Pero he aprendido que hacerse expectativas es algo inútil, y muchas veces contraproducente. Así que tocaba hacer un esfuerzo y empezar el último país de Asia como si fuera el primero. El principio del final.

En Camboya, después de visitar el proyecto de Trash is Nice en la isla de Koh Rong Sanloem, nos dirigimos con Vane a Siem Reap, al norte del país. Fueron dos días de autostop impecables, cruzándonos con personas muy amables que hicieron que el camino fuera muy agradable.

En Siem Reap, nos esperaba un calor sofocante que no te permitía estar en la calle en horas de máxima exposición solar, y un proyecto muy interesante de una ONG española (llevada a la par con gente local): Camboya Sonríe. Alejandra, española especializada en cooperación internacional lleva el proyecto juntamente con Chanman, camboyano con años de experiencia en ONGs y profesor de inglés.

Esta ONG tiene como objetivo enseñar, formar y apoyar tanto a niños como a jóvenes con pocos recursos económicos. Por ello, trabajan en diferentes aspectos a corto y a largo plazo para mejorar la calidad de vida y garantizar un futuro más estable para los niños y familias de la zona. En concreto están en las afueras de Siem Reap, a 20km, en Prey Tlock village (distrito Puok), un enclave precioso en medio de una extensa llanura llena de cultivos.

CamboyaSonrie se ha creado a raíz de conocer el sistema educativo camboyano y la realidad del país. En Camboya, un 31% de los niños menores de 12 años (estadísticas 2013) están sin escolarizar. Las estadísticas se doblan si hablamos de educación secundaria donde hay un 60% de jóvenes que no la realizan. En un país donde el gobierno solo destina poco más del 2% de su PIB a la educación, la necesidad de organizaciones no gubernamentales que apuesten por la educación se hace primordial. Aproximadamente un 30% de la población adulta es analfabeta. En consecuencia, el futuro del país depende de la educación que reciban los jóvenes.

Camboya tiene un pasado reciente marcado por la guerra. Un periodo terrorífico y muy triste que ha definido la realidad actual del país. Os recomiendo el documental Enemies of the people para conocer un poco más su pasado.

Escuela de CamboysSonrie en las afueras de Siem Ream

Después de hablar con Alejandra y Chanman visitamos el colegio que han construido y que da escolarización en inglés a unos 270 niños y niñas. Desafortunadamente no pudimos conocer a Alejandra en persona ya que se encontraba en Barcelona en ese momento. Pero nos reunimos con Chanman que nos explicó muchas cosas sobre el proyecto, su día a día, la realidad de las familias de todos esos niños, el contexto del país en los últimos años y su horrible pasado bañado de rojo. Llegamos viendo como los pequeños jugaban con la pelota en el patio mientras en una clase Sokun, uno de los profesores, impartía clase. El ambiente era muy agradable y sentí que el esfuerzo que hacen desde hace años está dando sus frutos. Vimos, sin embargo, edificios sencillos con parte de las paredes fabricadas con hojas secas, techos hechos de chapas metálicas, instalaciones acogedoras pero que mostraban la realidad del país. Tenían, y siguen teniendo, necesidades materiales que poco a poco van cubriendo, mientras otras siempre están allí. Chanman me detalló aquellas que eran más urgentes y planeamos ir a comprar a la ciudad el día siguiente.

Con el material comprado listo para llevarlo a la escuela

La mañana siguiente me despertaría con un mensaje de Chanman diciéndome que estaba enfermo y que no me podía acompañar. Pero Sokun, muy amablemente, me acompaño a comprar todo. Fuimos con su moto de tienda en tienda, siempre en establecimientos locales, y compramos pintura para juegos que hay en el patio del colegio, brochas, tinta de impresora y de bolígrafos, un altavoz para una de las clases y focos de luz exteriores e interiores.

Sokun cargado con todo el material en su moto

En total me gasté 111$, unos 100€, incluyendo el transporte hasta el colegio.

Si quieres apoyarme en mi proyecto y seguir leyendo historias como esta, te agradeceré enormemente si pones tu granito de arena. Lo puedes hacer en el siguiente enlace. El 100% de las donaciones van destinadas a la compra de materiales para las ONG:

Me despedí de Sokun muy agradecido por la mañana que compartimos y por haberme prestado su ayuda. Me hubiera gustado ir el día siguiente a la escuela y ayudar a pintar el patio con los niños, pero tenía que irme a Vietnam ya que me quedaba menos de un mes para volver a Europa.

Se avecina el final de la primera etapa de mi viaje solidario. Una aventura que quizá deja de ser un viaje y pasa a convertirse en algo más. En el horizonte veo mil historia más que contar, nuevos países que descubrir y además de forma mucho más cercana que en Asia (por hablar el mismo idioma) y muchas, muchas ganas de cambiar de continente y colaborar con nuevos proyectos. Pero ahora toca disfrutar de mis últimas semanas en Asia y descubrir Vietnam de la forma más auténtica posible. En este momento me encuentro en Da Lat, un ciudad que está a 1500 metros de altura sobre el nivel del mar y en un valle que parece Suiza, en algunas ocasiones. Hacía meses que no sentía una temperatura tan agradable, seguramente desde que estuve en Nepal. Para llegar aquí hice autostop la mitad del camino desde Ho Chi Minh. Tuve la suerte de que me recogiera un señor muy amable con su hijo, y terminé comiendo en su casa con una comida improvisada con sus amigos, y bebiendo chupitos de brandy y alguna que otra cerveza. Fue un día en que la gente no paró de ayudarme desde que salí de la ciudad hasta que llegué a mi hostal en Da Lat por la noche. Mucha, mucha amabilidad, pero eso sí, cero inglés. Creo que es el país en el que se habla menos inglés, y no digo “peor” porque es inexistente. Eso a veces te frustra, ya que la comunicación es básicamente en signos. Pero puede llegar a ser divertido.

Recorrí la otra mitad del viaje en un bus local que paró cuando esperaba al lado de la carretera de un pueblo perdido en el mapa. Después de 6 o 7h de bus, llegué a Da Lat. Un a ciudad que merecería mas tiempo, ya que tiene bastante que ofrecer y un ambiente diferente, pero hoy me dirigiré ya a Hoi An, una localidad situada en el centro del país, a mitad de trayecto, por lo tanto, de Hanoi, a la que quiero llegar cuanto antes para comprarme moto y viajar lo que me queda de tiempo por el norte.

El principio del final de esta etapa asiática.

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